domingo, 1 de marzo de 2015

Estás deshecha. lo sabes. Te oyes borbotear, son los ácidos del estómago, están royendo la pared. aquel día te dieron un frasco y lo sorbiste, sin darte cuenta del color. Ahora te envenena, llega a todas partes. no trates de ignorarlo, sabes que está ahí. sabes que cuando se apaga la luz te susurra. sabes que hay más que un río que te separa, es más bien un abismo. cada día más insalvable. y en el fondo el agua se alborota, golpea las rocas y las descompone. pero la roca es más fuerte. y cada día hay una piedra más. recuerdas. pero ya no recuerdas. ya no eres esa. ni esas. ahora eres otra cosa. más fea. más podrida. es el veneno que aquél día tomaste sin querer, o más bien sin pensar. era fácil cuando no pensabas. era fácil cuando el estómago no se sentía amenazado, ni cuando por dentro olía bien, no a podrido. sabes que esto no es un camino. amiga, llevas demasiadas giros de reloj ignorando que estás frente a una pared. da la vuelta, busca otro. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Sabes cuando una noche no duermes y tratas de continuar con tu actividad, pese a ello? Pues así voy. Vagando por las calles. Mi eterno cigarrillo me hace compañía, agarrándome los dedos. Entre mis dientes se cuela el humo, juega con el esmalte, se mezcla con el vaho que sale. Y no se sabe cuál es el aire puro y cuál no, si es que existe el puro. Me temo que no. Avanzo con decisión y me siento rota. Qué casualidad que mi mente me imagina en dos pedazos. Maldito número dos que nos esclavizas. ¿De verdad no me había dado cuenta nunca de lo esclava que soy del número dos? No quiero marcar esa jodida cruz. Si es que no sé lo que soy. Y así cada día. Si es que no quiero ser nada. O lo quiero ser todo. Es la estrechez de miras la que se cuela entre mis músculos, se monta en la concavidad de mis glóbulos rojos y avanza. Desde el cerebro hasta lo más hondo de mí. Me asfixio porque me han enseñado que así no se puede vivir. Me toco. Gimo. Me gusto. Me repelo. ¿Qué coño tengo entre las piernas? Qué más me da. Soy lo que soy. O no soy nada. Prefiero no ser nada, que ser algo en vuestro mundo limitado.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Veis mi adrenalina, 
estoy chorreando, mi cuerpo esta mojando esta silla. De rabia. De ira.
Hoy os odio, y lo siento por ello. Os odio porque calláis.
Y ese silencio mata. Os detesto porque fuisteis heteroadolescentes. Sentiríais muchos miedos, lloraríais mucho. No digo que no. Pero la homofobia no os pegaba en los baños. ¿Como coño puede ser que escriba esa palabra y me la subrayen de rojo? Me acaba de estallar medio cerebro. Más rabia. Estoy loca. Me ha invadido un prión y me está dejando el cerebro esponjoso. Los huecos se llenan de sangre multicolor. Podéis hacer como que no existe. Sé que mañana nadie lo dirá, sé que las familias lo callan, sé que os engañan con la falsa privacidad. Sé también que, de este modo, lo estáis perpetuando. 
Me da igual cuánto de mierda sea esto.
Estoy vomitando, ¿sabes?
Y cuando vomitas, no lo haces con control. Ese centro de tu bulbo raquídeo se activa. Como tengo ahora activado el que provoca el odio y el rencor. Ese que aprendo tantas veces a ignorar para poder vivir. 
Desvío las neuronas hacia la risa y el alcohol. Pero no se apaga. 
Me duele.
Mucho. 
Sangro. Todos los días.
Los recuerdos siguen ahí. Se activan a cada instante. 
Dejadlo ya porque, cuando todo mi cerebro se haga esponja, saldré a la calle a explosionarme, y lo dejaré todo manchado. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

No lo entiendes, ¿verdad? Está dentro. Os odio cómodas personas; creéis que es fácil vivir con esa etiqueta  de la cual os encanta hacer gala. Que es divertido. Que es muy revolucionario. Sí, con vuestro falo ahí detrás. Cuidándoos. Y la abuela sonríe. Y yo grito, apretando los dientes. Cómo me sangran las encías… pero es veneno. Provocado por el calor. El calor de mis pliegues, de los pliegues de mis emociones. Esas que tantas veces corren, se corren, se rajan los muslos. Nunca se me ha dado bien. En realidad, no es eso lo que me enciende. Qué curioso. Me parece excitante y me embrutece. A la vez. O mejor, una cosa a continuación de la otra. Y vuelta a empezar. No me gustaría que se pudriera. Casi no me acuerdo del sabor a podrido. O sin el casi. El casi se puede ir. Podrido. Casi. Casi. Podrido. Qué risa. Las salivas se mezclan. Qué mojado. Y yo. Y qué rabia. Mucha. Pero si te hacía gracia… Tienes un humor peculiar, amiga. ¿Y ese sonido? Es la maquinilla. Mira cómo cae tu pelo. Se ve mejor así lo que piensas. Fluye por ese trasquilón. Fluye, fluye… si es que yo quiero fluir, pero no me dejo. 

jueves, 29 de agosto de 2013

La corriente me arrastra,
me vapulea y me destroza en mil yos,
esa corriente que surge de mis entrañas
de la rabia y del impulso
que dinamita la calma y la idea.
No es un mar,
es un río bravo.
Siempre me siento en el centro más excéntrico, en la cumbre más baja, en el pozo menos profundo. En la noche, rodeada de estrellas, no hay separación. Pero la hay.
No soy una gota verde, ni púrpura. Los rayos me traspasan y la pendiente de mi corazón es inevitable. Voy rodeada de similares. Sólo soy una gota más del río más inmenso.

domingo, 24 de febrero de 2013

Soñando en la oscuridad


Avanzaba con pasos rápidos y temblorosos tratando de atravesar una oscuridad inacabable. Las paredes que formaban las estrechas calles apenas se distinguían. De entre las piedras que las formaban brotaba moho gris. Pero no había tiempo para reparar en esos detalles. Corría, corría… No tenía un objetivo fijo, tampoco estaba claro que alguien la persiguiese, mas no podía detenerse. Sus piernas se movían con independencia del resto del cuerpo. Giraba constantemente la cabeza hacia atrás, una y otra vez, tratando de atisbar algo de luz entre aquella oscuridad que la envolvía como si fuese una mortaja.
No conseguía saber cuánto tiempo llevaba así; sólo sabía que estaba extenuada. Avanzar cada vez requería más esfuerzo. Era como si unas invisibles cuerdas se hubiesen anudado a ella impidiéndole continuar. Jadeaba.
De pronto, y tras girar una esquina, una escena macabra iluminó su camino. Dos seres encerrados en vulgares cuerpos humanos colgaban amarrados por sogas que habían empezado ya a profundizar por entre la piel del cuello. Se detuvo de golpe sintiendo cómo si cada ladrillo de piedra de la pared se le cayese encima abriendo agujeros en su cráneo. Sabía que tenía que descolgar uno y que el otro se quedaría ahí, probablemente condenado a la desaparición. ¿Pero quién era ella para condenar a muerte así? Nunca había provocado muertes, ni quería hacerlo. Se clavó las uñas, desesperada, entre las pecas de su cara. Desde su posición no lo veía pero los cuerpos estaban asidos, además de por las cuerdas, por dos ganchos metálicos que se incrustaban en la espalda y de donde brotaban ingentes cantidades de sangre. Un cuerpo humano no puede aguantar mucho así.
Creyéndose el peor verdugo alzó un brazo, dispuesta a elegir, pero lo bajó. Repitió la maniobra dos veces más sin permitirse lograr el objetivo. Lo siguiente que sintió fue un dolor insoportable en su espalda y un tirón que elevó sus pies de la tierra. Ella estaba colgando también, con un tercer gancho atravesándole. Quiso arrancarse el corazón pero sin él no podría seguir. Se abrió el cráneo para tratar de eliminar la masa pensante, que es la mayor arma de autodestrucción. Acúmulos de pus en forma de abscesos decoraban todo su cerebro. Estaba empezando a pudrirse por algunas zonas. El olor era nauseabundo. Los dos cuerpos la miraban simultáneamente y no conseguía distinguir si con lástima o con ardor de venganza.
En el frío suelo, gotas de sangre de los tres cuerpos se unían para escaparse por la alcantarilla más próxima.  

domingo, 30 de diciembre de 2012

De esos dos trozos partidos, haré nada. Un nudo a lo sumo. Para lanzarlo, arrugado, a la lejanía. Y mi sangre se quedará estancada.